Desde que estoy en Luxemburgo no he podido dejar de maravillarme por las tradiciones y las costumbres que aquí se practican. Si bien es cierto que este país tiene una gran influencia de la cultura francesa y germánica, hay de prácticas que todavía tienen su esencia más local. Eso, en parte, es lo que más me apasiona de los lugares que visito y es por eso que he querido aprender cómo se realiza el «cramaillotte» o el sucedáneo de la miel hecho con el diente de león.
«Cramaillotte» o, como digo yo, cramatlló.
Una vez decidí realizar esta preparación, reservé un momento de la mañana del sábado para recoger ejemplares de diente de león silvestre. Aquí en Luxemburgo son bien abundantes prácticamente en cualquier rincón. Sin embargo, recogí lo necesario y no recolecté de más, pues sé muy bien que esta es una de las primeras plantas que florecen en primavera y es una fuente de alimento imprescindible para las abejas. Por ello, siempre soy consciente de mi entorno, de mi influencia y de mi impacto sobre él.
Recogí un total de 200gr de flores y las procesé al día siguiente, así que las guardé dentro de la nevera para que soportasen el tiempo de espera. Conseguí, además, dos ingredientes indispensables para la preparación y que sirven, además, como conservantes: limón y azúcar de remolacha. Claro está, se puede utilizar cualquier tipo de azúcar, ya sea de caña, de coco o de la mencionada remolacha. Este paso está sujeto al gusto y al paladar del usuario.
A continuación, redactaré la forma en que yo realicé esta preparación, cuyo nombre he catalanizado, denominándola así cramatlló, pues me resulta mucho más fácil la pronunciación. Por supuesto, existen muchas versiones en la red de esta misma receta, donde se incluyen otros ingredientes y otros procedimientos más originales e innovadores, pero, en esta ocasión, trataré de enfocarme en la preparación clásica.
INGREDIENTES
-200gr de flores dientes de león frescas
-Tres rodajas de limón
-1L de agua
-1kg de azúcar
Para comenzar, necesitaremos lavar muy bien las flores de diente de león. Si las has comprado en una herboristería, te recomiendo también hacerlo, pues siempre podemos encontrar algún inquilino en los pétalos. Escurrimos bien nuestra materia prima y la apartamos unos minutos para proceder, ahora, a cortar tres rodajas de limón. En cuanto tengamos los dos ingredientes, los añadimos a una olla con agua y aplicamos una cocción a fuego alto, es decir, una ebullición, durante media hora. Una vez tengamos en la olla un líquido con una coloración dorada pálida, retiramos del fuego y dejamos que la mezcla descanse durante 24h. Podemos taparla con un film o un trapo para que no le afecten agentes externos.
Una vez pasadas las veinticuatro horas, procedemos a colar la preparación para obtener el líquido, que es el que nos interesa, y lo haremos con una gasa para que ninguna impureza pueda llegar al producto final.
Verteremos el líquido obtenido en una nueva olla (o podemos reutilizar la que tengamos si la hemos limpiado previamente) y procederemos a añadir el azúcar. En Internet existen muchos métodos para este paso, como hervir directamente la preparación, pero quisiera explicar mi método, el cual me ha permitido obtener un cramatlló excelente y buenísimo.
El procedimiento comenzaría con dos horas de cocción a fuego lento mientras movemos, de vez en cuando, la preparación. Una vez concluido el tiempo, aplicaríamos, ahora, una hora de ebullición. Para comprobar que el sucedáneo está adoptando las características físicas de la miel, como es la textura y la pegajosidad típica, podemos probar de colocar una pequeña gota de la preparación en un plato o tapa y lo dejamos durante unos tres minutos en la nevera para que se enfríe. Si esa misma gota, al tocarla, tiene cierta pegajosidad y es semilíquida, entonces es la indicación idónea de que ya hemos concluido con la realización del cramatlló.
Cramatlló a fuego lento
Una vez finalizamos la cocción, esperamos unos cinco minutos para que el calor se vaya disipando un poco (pues si movemos mucho la olla recién sacada del fuego, se puede originar una espuma). Necesitamos tener a mano unos botes de vidrio previamente esterilizados para verter ahí nuestra preparación. En mi caso, conté con hasta cuatro botes, así que te recomiendo que tengas unos cuantos.
Forma final del cramatlló y su envasado
Hay que tener especial cuidado en este proceso, pues el producto está muy caliente y podemos quemarnos si no estamos bien atentos. Para ayudarme, utilicé un embudo pequeño, pero si tus botes tienen una boca más grande, puedes obviar el uso de este utensilio.
Una vez rellenados los botes, los dejé a temperatura ambiente durante toda la tarde para que se enfriaran de forma natural. De los cuatro botes, uno me lo quedé para mí y otro lo regalé a una persona. Los otros dos están almacenados en la bodega para entregarlos posteriormente a dos personas más. Por lo tanto, si vas a consumir el producto en un período corto de tiempo, te recomiendo que lo guardes en la nevera. Si no es así, puede esperar en una habitación a temperatura ambiente (recordemos que en la composición hay dos agentes conservadores: el ácido cítrico y el azúcar).
El resultado final es espectacular y realmente se parece a la miel en cuanto a sabor. Se puede percibir la esencia de la flor del diente de león, de su dulzor y de su frescura, pero, además, el añadido del limón permite que todos estos aromas converjan en el paladar. El azúcar, por supuesto, participa en la elaboración aportando la delicadeza y la consistencia.
He usado el cramatlló en algunos de mis desayunos y he de decir que cada día que pasa su sabor mejora. No sé realmente si el producto va a seguir un proceso de curación (lo investigaré, en todo caso), pero, sea lo que fuere, es una delicia. Claro está, puede ser un perfecto sustituto de la miel para aquellas personas que no pueden o no quieren consumirla y, además, es muy fácil de hacer. En mi caso, no será la primera vez que haga cramatlló, pues tanto su historia como su sabor han conseguido ganar mi admiración.